martes, 14 de febrero de 2017

Ana está grande y no logra conciliar el sueño. Un torbellino de recuerdos y de sentimientos se amontona en su garganta y su estómago y ni siquiera está segura de estar triste o contenta. Ha pasado las últimas horas hojeando cuadernos, álbumes de fotos y conversaciones de distintas redes sociales. Intenta recordar frases de libros y escenas de películas, pero no sabe cuáles observó y cuáles vivió. Entonces comienza a recapitular…

Beso debajo de la lluvia, check
Bailar desnudos, check
Tensión pre beso extendida, check
Bailar en la calle, check
Abrazo con llanto y caricias, check
Dormir desnudos, check
Bailar a caballito, check
Beso de esquimal, check
Horas conversando del pasado, check
Horas conversando de formas de ver la vida, check
Juegos, check
Cosquillas, check
Silencios cómodos, check
Paseos largos, check
Vacaciones, check

Sin embargo no se siente satisfecha y sigue…

Portazo, check
Revisar cosas ajenas, check
Gritos, check
Golpes, check
Robos, check
Violación, check
Llantos interminables en soledad, check
Abandono, check
Sadismo, check
No poder respirar, check
Inconsciencia, check
Sangre, check
Forcejeos, check

Una vida llena de experiencias, como cualquier otra. Una vida llena de ilusión y desesperación. Una vida llena de traumas. Una vida normal.

¿Qué la perturba en este momento? Pasan los años, relee sensaciones y recuerda con exactitud la desolación y la posterior calma. Pero a veces no recuerda de quién es cada recuerdo, qué boca besó, qué mano la golpeó, qué vivencias imaginó y cuáles vivió.

Ya no es esa niña que llora porque las cosas no salieron. Pero tampoco es esa niña que se ilusiona y se deja llevar. Ana ya no se suelta el pelo sin chequear en el espejo cómo le queda, ya no improvisa salidas ni habla con extraños. Ana ya no se libera ni siquiera cuando hace el amor.